Uno de los mitos más peligrosos en el ecosistema emprendedor es la creencia de que, en las etapas iniciales, un negocio es «demasiado pequeño» para necesitar asesoría profesional. Muchos fundadores, impulsados por el deseo de reducir costos operativos, asumen que pueden gestionar sus obligaciones fiscales por cuenta propia o postergar la contratación de un experto hasta que la empresa alcance cierto volumen de facturación. Sin embargo, en el ámbito del derecho tributario, el desconocimiento de la norma no exime de su cumplimiento, y el costo de un error por ignorancia suele ser drásticamente superior a los honorarios de una consultoría preventiva. Según advierte Perfiles (perfiles.uy), la falta de una guía experta desde el primer día es el origen de multas, clausuras y recargos que terminan por sepultar proyectos con gran potencial.
El sistema tributario no es estático; es un organismo vivo que evoluciona mediante decretos, resoluciones y cambios legislativos. Navegar estas aguas sin un «capitán» profesional es una apuesta de alto riesgo que pone en peligro la continuidad jurídica del negocio.
La volatilidad de las leyes y el riesgo de la desactualización
El derecho tributario se caracteriza por su alta complejidad y su constante actualización. Lo que era una normativa vigente hace seis meses puede haber sido modificada por una nueva ley de presupuesto o una resolución administrativa del ente recaudador. Un emprendedor enfocado en ventas, logística y desarrollo de producto difícilmente tendrá el tiempo o la formación técnica para interpretar el alcance de estos cambios.
El error común no es solo no pagar, sino pagar bajo reglas obsoletas. Esto puede llevar a:
- Incumplimiento de deberes formales: No presentar declaraciones informativas que, aunque no impliquen un pago inmediato, conllevan multas por el simple hecho de no ser enviadas en tiempo y forma.
- Mala aplicación de alícuotas: Aplicar porcentajes de impuestos incorrectos en la facturación, lo que genera una deuda acumulada con el fisco que se descubre meses después con intereses punitorios.
- Pérdida de beneficios temporales: El estado suele lanzar regímenes de promoción o exoneraciones temporales para nuevos emprendimientos. Sin asesoría, el empresario puede dejar pasar estas oportunidades, pagando de más de forma innecesaria.
El «Yo lo hago solo» y el efecto bola de nieve
La autogestión tributaria sin conocimientos sólidos suele generar un efecto de «bola de nieve». Un pequeño error en el registro de un aporte patronal o una retención mal calculada puede parecer insignificante hoy, pero al ser un error sistémico, se repite mes tras mes. Cuando la administración tributaria detecta la anomalía (a menudo mediante cruces de datos automatizados), la deuda ya no es por un mes, sino por años de ejercicio fiscal.
En este punto, el costo de regularizar la situación —que incluye el impuesto omitido, más el ajuste por inflación, más las multas por mora— suele superar con creces lo que habría costado una iguala mensual con un contador profesional. Además, el estrés psicológico y el tiempo que el empresario debe dedicar a resolver pleitos legales con el fisco le restan energía a la actividad principal del negocio, provocando una caída en la productividad que puede ser letal para una PYME.
El contador como socio estratégico de crecimiento
Contrario a la imagen del contador como un «gastador de papel», el asesor tributario moderno es un socio estratégico. Como bien señala perfiles.uy, un profesional ayuda a evitar que el negocio caiga en las trampas legales que suelen atrapar a los novatos. Su función va más allá de liquidar impuestos; se trata de planificación fiscal.
Un asesor experto puede recomendar el momento exacto para cambiar de categoría tributaria, cómo estructurar las contrataciones para optimizar los aportes sociales y cómo documentar las inversiones para que sean deducibles al máximo. Contar con este respaldo desde el inicio proyecta una imagen de seriedad ante bancos e inversores. Una empresa que puede presentar sus balances auditados y certificados tiene muchas más posibilidades de acceder a líneas de crédito competitivas que una que improvisa sus cuentas.
Conclusión: La asesoría no es un gasto, es un seguro
En conclusión, el desconocimiento normativo es uno de los errores más caros que un emprendedor puede cometer. En el derecho tributario, la prevención es la única estrategia rentable. Delegar la gestión fiscal en manos profesionales permite que el fundador se concentre en su visión comercial, con la tranquilidad de que su «espalda legal» está cubierta.
La pregunta que todo dueño de negocio debe hacerse al iniciar no es «¿cuánto me cuesta un contador?», sino «¿cuánto me costará el error que cometeré por no tenerlo?». La respuesta suele encontrarse en las estadísticas de empresas que cierran en su primer año debido a deudas con el estado. Apostar por la asesoría desde el inicio es, en última instancia, apostar por la vida y el éxito a largo plazo del negocio.
